abc.es / ANA MELLADO / LONDRES
El pequeño Daniel Pelka presentaba un aspecto tan famélico que sus profesores le comparaban con una víctima de un campo de concentración nazi. Le habían visto rebuscar comida en la basura y durante los recreos le robaba el bocadilloa sus compañeros. No era raro ver a Daniel en clase con magulladuras en el cuello y hematomas en el ojo, pero inexplicablemente nadie se planteó por qué un niño de cuatro años mostraba tan denigrante aspecto.
Sus últimas treinta horas las pasó encerrado en una habitación, sin calefacción ni comida, donde una herida abierta en la cabeza acabó con su vida en marzo de 2012. Hasta ahora, no había trascendido prácticamente nada sobre el caso, pero ha sido esta semana durante la celebración del juicio en Birmingham contra sus padres cuando se han conocido los escalofriantes detalles de una tortura sistemática, que han conmocionado a la vez que indignado a una opinión pública que no alcanza a comprender la pasividad de profesores, médicos y servicios sociales, incapaces de prevenir su muerte.
Malnutrición, palizas y ahogos
Su madre, Magdalena Luczac, de 27 años, y su padrastro, Mariusz Kreezelek, de 35 años, ambos de origen polaco, afincados en Reino Unido desde 2006, han sido condenados a cadena perpetua como autores de la muerte de Daniel, causada por un golpe en la cabeza. Durante el juicio, ambos se acusaron mutuamente, pero han sido las revelaciones de su hermano mayor, al que nunca maltrataron, las que han esclarecido que ambos sometieron al niño a continuas torturas privándole de comida y obligándole a ingerir si sal si le pillaban llevándose algo a la boca, sumergiéndole la cabeza en la bañera hasta provocarle casi el ahogo si se comportaba mal o propinándoles palizas cada vez que su madre y padrastro no lograban contener los efectos de la heroína y el alcohol, al que llevaban enganchados varios años.
SMS para regodearse de las torturas
La pareja no sólo se conformaba con humillar a su hijo, sino que después disfrutaban regodeándose de sus deleznables acciones comentando la jugada por sms que se intercambiaban entre ellos y que durante el juicio han sido decisivos para confirmar su culpabilidad. «Vamos a encargarnos de Daniel después de la escuela, no va a probar la comida en absoluto», o «está inconsciente porque casi lo ahogo, ahora tengo algo de tranquilidad», se podía leer en algunos de los mensajes.
Uno de los expertos involucrados en el proceso judicial que examinó el cadáver de Pelka reveló que su aspecto realmente recordaba al de las víctimas de campos de concentración nazi, con un cuerpo con todos los huesos reconocibles, las costillas salientes y la columna vertebral encorvada.
El padre biológico del niño, Eryk Pelka, quien también participó en el proceso judicial admitió que conocía la difícil relación entre Daniel y su padrastro, pero aseguró que no intuía el alcance de los abusos: «Es una tragedia que un pequeño ángel haya dejado el mundo de esta manera. Sólo deseo el mayor de los castigos para los culpables».
«La muerte pesa en nuestra conciencia»
Ahora bien, cómo nadie pudo darse cuenta o al menos interesarse por un niño que presentaba un cuerpo demacrado cubierto de heridas y magulladuras. «La muerte de Daniel pesa sobre nuestras conciencia», declaró ayer el viceprimer ministro británico, Nick Clegg, también desconcertado al conocer los escalofriantes detalles revelados durante el juicio.
La única ocasión en la que la pareja polaca fue investigada por la policía tuvo lugar 14 meses antes de su muerte, cuando Daniel apareció con un brazo roto. Ambos lograron disuadir las sospechas convenciendo a las autoridades de que el niño se rompió el brazo al saltar de un sofá y el caso quedó cerrado.
Un caso prolongado y visible
Resulta extraño que un caso tan prolongado y visible de abusos contra un menor no hubiera puesto el foco sobre sus padres en más ocasiones. Los servicios de protección a los niños de la ciudad de Coventry, donde reside la familia, ya están investigando el caso para intentar esclarecer por qué no se tomaron medidas cuando los profesores y los doctores notaron la condición en la que se encontraba Daniel.
«Hay que hacerse preguntas vitales para entender cómo el estado del niño no fue registrado por los servicios de protección de menores. Las indicaciones de que Daniel sufrió durante meses estaban ahí, pero no les hicieron caso», comentó, Peter Wahless, director de los servicios nacionales para la Prevención de la Crueldad hacia los Niños (NSPCC, por sus siglas en inglés).
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