En apenas una década, se han multiplicado por ocho. En 1996 eran medio millón, y en 2006 superaban los cuatro millones. La inmigración en España se ha convertido en un fenómeno tan pujante que rompe todos lo moldes. Jamás había ocurrido nada semejante. Y, a la luz de los datos oficiales del Gobierno, se presentan como una fortuna que dará réditos hasta 2020: hacen falta entre cuatro y siete millones de inmigrantes para mantener el crecimiento económico actual. Es lógico, pues, que los trabajadores foráneos despierten el interés de entidades como el Centro de Estudios del Cambio Social (CECS), que acaba de hacer público el 'Informe España 2007', donde les dedica un capítulo entero.
La novedad de este trabajo radica en su enfoque visionario: ¿cómo se puede rentabilizar al máximo esta realidad en un mundo globalizado?, ¿cuál es la mejor manera de que salgan beneficiados el país de origen y el de acogida? La respuesta señalaría la vía de escape a un atolladero: cuanta más gente llega de países en desarrollo como Marruecos, Ecuador, Rumanía, Colombia, Bolivia..., más crece la miseria en esos pueblos. Las tan llevadas y traídas remesas no van destinadas a su desarrollo, sino al bienestar familiar; de ahí que contribuyan a ahondar las diferencias sociales aunque el Producto Interior Bruto (PIB) aumente. A juicio del CECS, la pescadilla se muerde la cola: quienes se marchan son, precisamente, los más cualificados, los mejor retribuidos y los únicos capaces de arrimar el hombro para cambiar las tornas.
Alarma injustificada
Así que el éxodo persiste, día a día, con la inercia de la desesperación y sin visos de un cambio de rumbo. España es un foco de atracción irresistible, «tanto por la bonanza económica que aún disfruta -asegura el 'Informe 2007'- como por las prestaciones sanitarias y educativas que otorga a cualquier empadronado, al margen de su estatus de regularidad». Y no se trata de una avalancha de náufragos exhaustos -la inmigración subsahariana representa menos del 5% del total-, sino de oleadas que pisan fuerte: los inmigrantes compraron el 25% de las viviendas vendidas en 2005, por lo que absorbieron entre el 15% y el 20% de las hipotecas.
Según los últimos barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), gran parte de la sociedad considera «un problema» la presencia cada vez más numerosa de extranjeros que residen en España. Los datos objetivos, recuerda el estudio del CECS, no justifican ese alarmismo en absoluto. Hasta ahora, los ciudadanos foráneos reciben menos de lo que aportan a la Seguridad Social-más del 80% de los procedentes del Tercer Mundo tiene entre 16 y 64 años-, y en cuanto al impacto en las cuentas públicas, su aportación es un 6,6% y las contraprestaciones se quedan en un 5,4%. La inmigración explica más del 50% del crecimiento del PIB de los últimos cinco años.
No obstante, los especialistas ya alertan de que en un contexto internacional de creciente desigualdad, de gran movilidad y paulatino cierre de las fronteras, esta situación no puede ser eterna. Cuando, hoy más que nunca, el aleteo de una mariposa en Florida puede provocar un maremoto en Japón, hay que apostar por un encuadre amplio. Sólo así se tiene perspectiva de futuro. Ese enfoque, en lo que respecta a las migraciones, recibe el nombre de 'codesarrollo', «una forma de explorar las vinculaciones positivas que puede generar el fenómeno migratorio, tanto en los países receptores como en los emisores». Dicho con otras palabras, se busca afianzar la estabilidad de unos y otros a largo plazo. Una fórmula que gana enteros sobre todo hoy por hoy, «cuando el buen funcionamiento de la ayuda al desarrollo se está cuestionando».
Viaje de ida y vuelta
En España no faltan iniciativas que tienen por objetivo hacer más fluido el trayecto de ida y vuelta, «quedando difuminada (al menos sobre el papel) toda connotación de control restrictiva de los flujos migratorios». El concepto de 'codesarrollo' ha calado hondo: las administraciones, la sociedad civil, asociaciones de inmigrantes, universidades, sindicatos e incluso algunas empresas y entidades financieras empiezan a tender puentes con vistas a facilitar el viaje de regreso.
Los proyectos con más rodaje y mejores expectativas son los que fomentan la integración y el fortalecimiento de las redes sociales que abarcan a los dos países implicados; de esa manera, se dota al ciudadano extranjero de una proyección y prestigio que le permite emprender más actividades en beneficio de ambas comunidades. Cáritas, Cruz Roja, la Fundación Agricultores Solidarios y las asociaciones de inmigrantes siguen esa línea.
También se abren camino propuestas como la del Programa Rétale, que facilita el retorno si se muestra interés en abrir un negocio. Por contra, son muy escasos los programas de 'codesarrollo' centrados en las remesas, un capital financiero que en los últimos siete años se ha multiplicado por más de cuatro, pues ha pasado de 1.445 millones de euros a 6.250 millones. En las conclusiones de la investigación del CECS, se achaca este punto débil a «dificultades técnicas, reales o percibidas». Sólo se cita como ejemplo a la Fundación Un Sol Món, vinculada a la Caixa de Catalunya, que asesora a los ecuatorianos en la puesta en marcha de empresas en su país, con la condición de que dediquen parte de sus ingresos a financiar la inversión.
De lo que se trata, en definitiva, es de estimular a los nuevos ciudadanos en un panorama globalizado, donde todo se transforma y evoluciona a gran velocidad. Poner las riendas en sus manos supone un paso hacia adelante.
Por idealdigital
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