El barrio, fundado a mediados del siglo pasado al calor de Ensidesa, vuelve a acoger hoy en sus calles a cientos de extranjeros que buscan un futuro en Avilés
I. PULIDO Ine.es
La implantación de Ensidesa durante la década de los años cincuenta del siglo pasado supuso una mayúscula revolución en el tejido social y urbano de la Villa del Adelantado. Al auspicio de un imparable crecimiento de población nacieron barrios de obreros como La Luz, Llaranes, San José Artesano, Buenavista «Tocote» o La Texera «Tocarate». Sus arquitecturas propias del desarrollismo se fueron nutriendo poco a poco con la incesante llegada de inmigrantes procedentes de toda España. Hoy los tiempos han cambiado y, tras un convulso proceso de reconversión industrial a finales de los ochenta, Avilés recibe otro tipo de inmigración: la exterior. Versalles es uno de esos «poblados» con medio siglo a sus espaldas y que siguen captando nuevos habitantes de muy diversas procedencias. La situación actual en sus calles, comercios, hostelería e instituciones es de multiculturalidad. A pesar de un par de episodios aislados de violencia en los últimos meses, la convivencia entre unos y otros está asegurada, según dicen los vecinos. Avilés era una villa marinera de unos 21.000 habitantes. La industria abrió las puertas a muchos españoles, que se asentaron en la comarca. En la década de los cincuenta ya se contaba con 50.000 habitantes y en los setenta se alcanzó la cifra de 82.000 personas. Juan Báez es uno de esos miles de inmigrantes que llegaron desde Castilla en busca de un empleo a principios de los años sesenta y recuerda cómo eran aquellos tiempos. «Vino mucha gente a trabajar a Avilés. Fueron unos años muy duros. Cuando yo llegué, en 1962, la llegada masiva de gentes en busca de trabajo había disminuido un poco, por lo que encontrar vivienda era mucho más fácil. Los anteriores a mí lo tuvieron más complicado e incluso algunos trabajadores en la construcción de las fábricas habían tenido que habitar en barracones», recuerda Báez. Eran tiempos, dice, en los que había muchísimo trabajo. «En algunos pisos vivían dos o tres familias con derecho a compartir cocina. Yo tuve que compartir piso con unos familiares, ya que tardaron dos años en entregarme un piso. La mayoría trabajábamos en Ensidesa, íbamos caminando y el que tenía bicicleta era capitán general. Vivimos la posguerra, que fue peor que la guerra, y queríamos que nuestros hijos tuvieran de todo». Muchas son las cosas que han cambiado desde entonces. El barrio de Versalles carecía de servicios, sus calles no estaban asfaltadas y el río de la Magdalena discurría sin canalizar serpenteando entre sus bloques de viviendas. Mariano Soberón, ex presidente de la Asociación de Vecinos «Marcos del Torniello» y concejal histórico socialista, fue testigo de primera mano de las modificaciones experimentadas por Versalles. «A Avilés llegó gente de Castilla, Andalucía y, sobre todo, de Galicia, los más afectados por la inmigración interna de la que tan poco se habla. Toda esa gente venía a trabajar en empresas como Ensidesa, Entrecanales, Huarte y Compañía, La Bilbaína, Nervión o Montajes Asturias. A finales de los sesenta concluyó la construcción del barrio de Versalles», afirma. Aquel Versalles carecía totalmente de servicios. «Poco a poco y tras décadas de lucha, se consiguió dotar a sus ciudadanos con instalaciones deportivas, un centro cultural, zonas verdes, asfaltado de calles, eliminación del muro de la calle Pelayo, que limitaba nuestro crecimiento, y lo más importante: erradicar el chabolismo en Fuente Santos. Versalles se está convirtiendo en un barrio moderno», sostiene Soberón. Los últimos años han sido testigos de una nueva ola de inmigración. En concreto, Versalles acoge en las últimas décadas a latinoamericanos y ciudadanos de Europa del Este. Tras la reconversión industrial, el sector servicios ha ganado terreno y la mayoría de estos nuevos versallescos trabaja en el comercio, la hostelería y la construcción. Cabe destacar que una gran parte de los bares sitos en la calles de La Paz, Pelayo y Fruela son regentados por mujeres inmigrantes. Ana Mercedes Rodríguez es una de esas mujeres. Regenta desde hace 7 años el bar Ana en La Paz. Llegó a España hace 21 años desde República Dominicana. «Al principio fue duro. La gente no entraba en mi local, es reacia a lo desconocido. Ahora estoy perfectamente integrada en Versalles». Según la experiencia de esta mujer, la actitud de los vecinos de Versalles ha cambiado mucho. «Estoy muy contenta con la gente de aquí, la cual me apoya siempre. Se vive muy tranquilo en Avilés. Me siento apreciada en el barrio. Tengo este bar gracias a que fui valiente y a mi marido, que me apoyó mucho, fui la primera latina en abrir un bar en Versalles», comenta Rodríguez. Los latinos que viven en Avilés se juntan muchas veces para bailar y escuchar música de su tierra, que paladean con el mismo gusto que los zumos tropicales que ella sirve en su bar.
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