2008/11/16

Osawi, la luz tras un lustro de miseria

Se llamará Osawi y nació hace 48 horas, casi por sorpresa, en el Centro de Estancia de Inmigrantes de Ceuta, aunque ella nos erá una «sin papeles». Su madre, Joy de 20 años, llegó a Ceuta a nado hace cuatro meses, embarazada de cinco


CARMEN ECHARRI CEUTA
La pequeña Osawi se aferra al pecho de su madre buscando el alimento que a ella no le faltará y que encontrará en un país que respeta las libertades y en el que podrá criarse sin miedo a luchas entre hermanos o al hambre. Que pueda disfrutar de esta gran suerte es producto del inquebrantable espíritu de lucha de su madre. Joy Erhumwun sólo tiene 20 años, pero ya lleva un lustro peregrinando en busca de la paz y la prosperidad. Siendo sólo una adolescente quinceañera decidió abandonar su Nigeria natal, dejando así atrás la miseria, las guerras, el dolor, la incertidumbre y la muerte.
Aquel 2003 comenzaba para Joy una de esas historias anónimas, épicas aventuras de la supervivencia, que cada día protagonizan miles de inmigrantes y que raramente llegan a conocer quienes se quedan en una lectura superficial de los fenómenos migratorios, reducidos a frías cifras y engañosas estadísticas. Ese año morían su padre, su madre y tres de sus hermanos en los enfrentamientos generados en su aldea entre cristianos y musulmanes por el control de los pozos petrolíferos.
En su periplo clandestino por el África negra, Joy comenzaba una nueva vida, teniendo como objetivo llegar a España. Fueron años de caminatas, hambre, sufrimientos y estancias en distintos países. De miseria, de lucha pero también de cambios y esperanza. Sobre todo cuando conoció, ya en 2006, a su compañero, Lucky, también natural de Nigeria pero desconocido para ella hasta que sus caminos se cruzaron en uno común: el de la inmigración clandestina. Sentada en ua cama del hospital civil de Ceuta, la joven Joy rememora los intentos de ambos por pasar la frontera.
Un salvavidas por cayuco
Ella lo consiguió hace sólo cuatro meses, cuando, embarazada de cinco, enfundada en un traje de neopreno y ayudada por un chaleco salvavidas, que hizo las veces de cayuco, decidió que aquella madrugada era la suya. Se lanzó al agua y comenzó a bordear a nado el trayecto marítimo que separa ambos mundos, Marruecos de Ceuta. En un segundo intento lo haría Lucky. Para él no hubo suerte. La patrullera de la Guardia Civil vetó su intento de entrada rechazándolo a Marruecos, en donde todavía espera el momento de reencontrarse con su esposa y con su hija recién nacida, de quien conoce su existencia gracias a una llamada telefónica que Joy le realizó poco después del parto.
Probablemente para Lucky habrá nuevos intentos, o al menos así lo pretende mientras se oculta con otros clandestinos en Casablanca, evitando frecuentar los asentamientos de Beliones -limítrofes con Ceuta- asediados por las fuerzas de seguridad marroquíes.
«Ahora quiero que mi niña sea abogada o médico para que pueda ayudar a los demás y en cualquier sitio», apunta Joy, mirando a su pequeña, tras un parto sorpresa que se produjo en el mismo CETI en el que se encuentra acogida. Sea médica o abogada, Osawi sí que tendrá derecho a una vida bien distinta a la de sus padres porque ellos se empeñaron en que así fuera. Ahora el deseo de Joy es que su marido tenga una noche de suerte y consiga burlar la vigilancia que, a diario, prestan dos patrullas del Servicio Marítimo de manera fija en cada uno de los espigones que hacen frontera con Marruecos. Es cuestión de suerte. Joy la tuvo, consiguiendo que Osawi la tenga también.

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