Plataforma per Catalunya logra 66.000 votos con el rechazo a la inmigración como reclamo. Siguiendo el modelo del Frente Nacional de Le Pen, la formación liderada por Anglada roba apoyos a la izquierda y se expande por toda Cataluña con el lema 'primero los de casa'
MIQUEL NOGUER / REBECA CARRANCO / ANTÍA CASTEDO Y MERCÈ PÈREZ -elpais.com-
Felicidades por el resultado, Anglada! ¿ya tienes a punto la guillotina?" El político responde a su interlocutor con una carcajada cómplice. "!No me digas estas cosas, que voy con periodistas!". Es una conversación de café pero muy reveladora del ambiente que rodea estos días a Josep Anglada, presidente del partido xenófobo Plataforma per Catalunya (PxC). La escena se produce en Vic (Barcelona), una acomodada ciudad de 40.000 habitantes. Feudo nacionalista conservador en la Cataluña que fue carlista, la ciudad tiene también el dudoso honor de ser la base de la formación xenófoba más importante que ha tenido España en democracia.
Anglada está que se sale. Este hombre de 51 años, excamisa azul de Fuerza Nueva, pero que ahora se declara "100% demócrata", ha conseguido el 19% de los votos. El rechazo a la inmigración es su único argumento electoral. "Con Anglada como alcalde, los moros se marcharían de Vic; ya no les interesaría vivir aquí", repite.
El lema "primero los de casa" colocó a la Plataforma como segunda fuerza por detrás de Convergència i Unió y hundió a los socialistas. Anglada demostró que se crece en la adversidad. De nada ha servido el cordón sanitario que los partidos de tradición democrática de la ciudad forjaron hace cuatro años cuando la Plataforma irrumpió en el panorama político. El cordón se les ha indigestado a los partidos de la izquierda que optaron por ignorar las salidas de tono de Anglada y fueron incapaces de generar un discurso integrador de la inmigración que convenciera a los más perjudicados por la crisis. Anglada ha subido. Hasta el punto de lograr que el alcalde nacionalista se plantee la dimisión y de forzar la marcha del líder del PSC de la ciudad, Josep Burgaya, quien admite su fracaso. "Gente bien honorable vota a la PxC. Falta contundencia contra el fascismo".
Pero el gran éxito de Anglada esta vez no ha sido hacerse fuerte en su población natal, sino exportar el modelo de partido xenófobo y populista. En las anteriores elecciones municipales, PxC ya obtuvo buenos resultados en otras localidades del interior de Cataluña como El Vendrell (Tarragona) y Manresa (Barcelona). Ahora lo ha logrado también en la explosiva Salt (Girona) y, en el avance de mayor calado, en varios de los municipios más poblados de la periferia de Barcelona, tradicional granero de votos socialistas.
Con un discurso calcado del Frente Nacional francés, Plataforma ha conseguido lo que nunca lograron Convergència i Unió y el Partido Popular: romper la mayoría absoluta de Ayuntamientos como L'Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad catalana (260.000 habitantes y un 23% de población inmigrante). "Nos hemos comido al PSC, ahora vamos a por CiU", presume Anglada. "Hablamos del problema de la inmigración sin miedo. Es un tema que está en los bares y en las calles. Los otros partidos no lo abordan, de ahí nuestro éxito", dice Daniel Ordóñez, el responsable del PxC en L'Hospitalet. "La inseguridad y la falta de civismo están relacionadas directamente con la inmigración. Cualquiera que pase por L'Hospitalet lo ve. A las ocho de la tarde hay batallas campales en los bares. Navajas, sillas volando... Y a la mañana siguiente ves charcos de sangre", sostiene. Su discurso cuaja y amenaza con extenderse por toda el área metropolitana. PxC ha conseguido tres concejales en Santa Coloma de Gramanet y Sant Boi, uno en Sant Adrià del Besos y Viladecans...
"No se puede vivir tranquilamente. No estás seguro en ningún sitio", repite Gabriel Olea, vecino de 52 años de L'Hospitalet, que ha votado en blanco. Como él, la mayor parte de las personas consultadas al azar en los tres barrios en los que Plataforma ha tenido más éxito (La Florida, Pubilla Cases y Santa Eulàlia), coinciden en que la inmigración y la inseguridad les preocupan. Aunque nadie reconoce haber votado a PxC. Su líder en la ciudad llegó al partido después de formar parte de la organización ultraderechista Alianza por la Unidad Nacional, capitaneada por Ricardo Saénz de Ynestrillas, hijo del militar asesinado por ETA en 1986 y condenado a siete años de cárcel por intento de homicidio y tenencia ilícita de armas. "Tenía 18 años. Todo el mundo evoluciona. A esa edad buscas sentir sensaciones fuertes. Me equivoqué al estar ahí", dice. PxC le admitió sin remilgos.
Plataforma no es un partido al uso, pero lleva camino de serlo. Anglada lo fundó en 2002 y, pese a múltiples escisiones y vodeviles internos ha ido arraigando hasta presentar 110 candidaturas en las municipales, que se han traducido en 67 concejales y 66.000 votos, cinco veces más que en 2007. El año pasado se quedó a las puertas del Parlamento de Cataluña. "Todo llegará", asegura Anglada. Le da la razón el politólogo de la Universidad de Barcelona Xavier Casals: "Plataforma sigue el modelo alemán, donde partidos de este tipo echan raíces en el poder local antes que en el parlamento, pero no hay duda de que se está consolidando". Y seguirá subiendo: "Mientras estos partidos están en la oposición no paran de crecer, más ahora cuando los Ayuntamientos no tienen dinero para hacer políticas sociales". O sea, que la xenofobia ha llegado a los salones de plenos para quedarse.
La alcaldesa de L'Hospitalet, la socialista Núria Marín, asegura que la crisis les ha llevado "a situaciones no deseables", aunque no quiere pronunciarse directamente sobre el ascenso de Plataforma, que asegura que su votante tiene 30 años y vive en barrios obreros. Iolanda Pineda, alcaldesa socialista de Salt, es más concreta y admite que los tres concejales y los votos que ha perdido en estos comicios han ido directamente a PxC. El mismo argumento defiende Lluís Orriols, politólogo de la Universidad de Girona, que encuadra el ascenso de PxC en la lucha por unos recursos que con la crisis se han hecho más escasos. "La crisis les ha ayudado mucho, creando un colectivo de disgustados dentro de los votantes tradicionales de la izquierda", abunda el investigador. El trasvase de votos en Salt ha beneficiado a CiU, que ha sido la lista más votada. Su candidato, Jaume Torramadé, se prepara para ser alcalde.
El partido xenófobo, que se estrenaba estas elecciones en Salt, ha pasado a ser la tercera fuerza, con el 13% de los votos. "Mal", "fatal", "un desastre". Entre el enfado, el hartazgo o el desánimo se sitúan muchos de sus ciudadanos. En esta ciudad la inmigración ha pasado de representar el 10% a ser el 40%. La competencia por los servicios sociales se ha disparado. "Cuando nosotros llegamos hace 30 años nadie nos dio nada, no como ahora a ellos. Vivimos mucho tiempo sin luz ni agua corriente", opina Carmen López, andaluza de 54 años. "Ha venido tanta gente de fuera que ahora no hay colegios para nosotros. Nos mandan al otro lado del pueblo", se queja López, que ha acudido a recoger a su nieta a la guardería.
El pasado mandato no fue fácil para Pineda. El 27 de febrero de 2010, un grupo de ciudadanos irrumpió en el Consistorio para exigir más seguridad en Salt y forzó la suspensión del pleno. Fue la primera piedra del triunfo del discurso antiinmigra-ción, según Pineda. Ese día, lamenta, marcó un hito: "El pudor para mostrarse abiertamente racista ya había desaparecido. Ya no era algo de lo que avergonzarse". La inseguridad aparecía en los discursos como un subproducto de la inmigración. La muerte de un joven magrebí mientras huía de la policía en enero pasado generó disturbios en las calles. Y el precario equilibrio de Salt se tambaleó cuando lo que debía ser un minuto de silencio en memoria de un joven de la localidad asesinado, desembocó en gritos, amenazas e insultos contra la alcaldesa.
Uno de los votantes que ha pasado del PSC a PxC es Antonio Castro, extremeño de 69 años que llegó a Salt cuando era casi un adolescente. "Yo tampoco soy de aquí, pero nosotros vinimos a trabajar, y ellos vienen solo a comer. Los ves en la calle sin dar golpe, con zapatos mejores que los tuyos. ¿Eso cómo puede ser?", se pregunta Castro, a punto de enfilar hacia su huerto para ver cómo van los tomates. El hombre, con dificultades para leer y escribir, decidió votar al partido xenófobo tras recibir una carta con el lema de PxC: "Primero, los de casa". La campaña en Salt ha sido sucia: PxC ha llegado a recoger firmas contra un inexistente proyecto de construcción de una mezquita.
Entre los ciudadanos la preocupación por las prestaciones sociales es una espina que azuza los radicalismos. "Los inmigrantes tienen todas las ayudas, mientras que a nosotros ni siquiera nos dan dinero para las guarderías de nuestros nietos", se queja Cándida Matute, de 65 años, votante tradicional de los socialistas. En las municipales ha votado en blanco.
El politólogo de la Universidad de Barcelona Josep Maria Reniu está convencido de que donde los partidos tradicionales tienen un discurso duro sobre inmigración o tienen al menos unas líneas rojas bien delimitadas no hay espacio para la Plataforma. Pone como ejemplo Badalona y Lleida. En la primera ciudad el PP está a un paso de la alcaldía copiando casi literalmente la estrategia de Anglada. Lleida es otro caso. El socialista Àngel Ros ha incrementado su mayoría absoluta con un mensaje que combina lo social y el discurso de deberes y derechos para los inmigrantes. Ha hecho algo más que enviar a la policía a precintar una mezquita por exceso de aforo. "Detrás de la Guardia Urbana tiene que haber un relato político, y Ros lo ha tenido", dice Reniu.
Si Vic encarna la esencia de la Cataluña Vieja situada al norte de Barcelona, El Vendrell (Tarragona) es un buen ejemplo de ciudad del sur castigada por el paro y los problemas de convivencia, agravados por el trapicheo de drogas en algunos barrios. PxC logró aquí cuatro concejales en 2007. El pasado domingo, tras un mandato sin otro mensaje que el de la antiinmigración, subió a cinco ediles y el 18% de los sufragios. August Armengol, cabeza de lista del PxC, sostiene que el consistorio "no hace cumplir las leyes a los inmigrantes", y pone por ejemplo el uso del burka, los locutorios y la venta ilegal en el top manta.
Plataforma per Catalunya podría ser decisiva para formar gobierno en la ciudad, ya que el PSC obtuvo 7 regidores, CIU 6 y el PP 2. Tanto es así que el alcalcable convergente, Benet Jané, se niega a hacer ninguna valoración sobre el partido xenófobo hasta que no terminen las negociaciones. Cabe destacar que PxC ha ofrecido un cheque en blanco a CIU para pactar. En cambio, el candidato socialista, Martí Carnicer, sostiene que PxC "fomenta la segregación". Para Carnicer hay tres factores que contribuyen al auge de Plataforma: "El miedo y el odio que infundan y la crisis económica". Los simpatizantes de PxC provienen de todas las clases sociales. La número dos de la lista es también vicepresidenta del Casal Familiar del municipio y secretaria de una asociación de sardanas. La propuesta estrella del partido es ofrecer facilidades a los inmigrantes para que se marchen de El Vendrell.
Mensajes sencillos, fáciles de comprender y más de propagar incluso entre votantes de otras formaciones. Y aunque no siempre se ajusten a la realidad. "Los de Plataforma son realistas, se atreven a decir las cosas sin cogérsela con papel de fumar", opina Pilar Rodríguez, de 41 años. Ella, que ha votado a Ciutadans per Catalunya, considera que los partidos en el poder no actúan debidamente. "Están quitando crucifijos de las escuelas, que no hacen daño a nadie, y ponen mezquitas. Al final, te sientes extranjero en tu propio país", sentencia.
Uno de los grandes secretos de Anglada son los fondos económicos que nutren su formación. Para extender su mensaje, el líder del partido se ha movido en busca de financiación porque dedica todo su tiempo a la política y asegura no tener otra fuente de ingresos que los apenas 800 euros al mes que cobra del Ayuntamiento en dietas por asistencia a reuniones. El año pasado logró apoyo del FPÖ austríaco, que lideró el fallecido Jörg Haider. Anglada afirma que ha recibido dinero de allí. ¿Cuánto? No lo quiere decir. "Algunos han hablado de 200.000 o 300.000 euros. No es tanto, y todo dentro de la ley", asegura. Fuentes del FPÖ han confirmado a EL PAÍS que el partido ha ayudado a Plataforma per Catalunya en aspectos "logísticos". Se han pagado viajes y se les ha ayudado en la organización del congreso del partido y de la campaña, explican. Estas fuentes tampoco concretan la cifra
Anglada también pidió ayuda al multimillonario sueco Patrick Brinkmann conocido por sus aportaciones a partidos de ultraderecha en Alemania. Otra vía de financiación es el dinero que le entregan quienes quieren montar una delegación local del partido en su ciudad, explica. Anglada tiene una marca de éxito y la vende como si de una franquicia se tratara, aunque no aclara muy bien como funciona el cambalache. "A veces ellos ponen 2.500 euros y después el partido apoya la campaña local, digamos que con 500 euros". Pero insiste "todo legal", "nada que no hagan otros partidos".
El líder también ha ido perfeccionando su personaje. Amable, con un saludo siempre a punto a quien le mira por la calle, bronceado y bien vestido. Tiene madera de líder. Y habla sobre él en tercera persona. "Anglada quiere, Anglada dice...". Tiene también una cara oculta. Ha sido condenado por agresiones (siempre por atacar a personas que le increpan en la calle por sus posiciones xenófobas) y tiene un pronto déspota con sus colaboradores que conocen bien sus allegados.
El desasosiego se instala en los municipios donde la Plataforma tiene buenos resultados. ¿Qué hacer ahora? En CiU hay voces que opinan que quizás la solución es dejar gobernar a los xenófobos. "Se estrellarán cuando vean que su programa es inaplicable, chocarán contra la ley y su electorado les abandonará". Es lo que ocurrió con muchos alcaldes del Frente Nacional francés en los años noventa. Otros siguen defendiendo el cordón sanitario."Esto no basta", defiende el jefe de estudios de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona, Josep M. Reniu. "No basta la unión para frenarles, hay que actuar en contra, las muestras de populismo demagógico deben tener una respuesta contundente y con datos". No se ha hecho ni en Vic ni en el Vendrell, las dos primeras ciudades donde arraigó PxC. Y el resultado ha sido el hundimiento de los partidos que han pactado contra los xenófobos. Anglada lo tiene claro. "Que vayan pactando, al final me harán alcalde". -
MIQUEL NOGUER / REBECA CARRANCO / ANTÍA CASTEDO Y MERCÈ PÈREZ -elpais.com-
Mujeres con velo en Vic (Barcelona), ciudad que tiene un 26% de población inmigrante.- MARCEL-LÍ SÀENZ /CARMEN SECANELLA |
Anglada está que se sale. Este hombre de 51 años, excamisa azul de Fuerza Nueva, pero que ahora se declara "100% demócrata", ha conseguido el 19% de los votos. El rechazo a la inmigración es su único argumento electoral. "Con Anglada como alcalde, los moros se marcharían de Vic; ya no les interesaría vivir aquí", repite.
El lema "primero los de casa" colocó a la Plataforma como segunda fuerza por detrás de Convergència i Unió y hundió a los socialistas. Anglada demostró que se crece en la adversidad. De nada ha servido el cordón sanitario que los partidos de tradición democrática de la ciudad forjaron hace cuatro años cuando la Plataforma irrumpió en el panorama político. El cordón se les ha indigestado a los partidos de la izquierda que optaron por ignorar las salidas de tono de Anglada y fueron incapaces de generar un discurso integrador de la inmigración que convenciera a los más perjudicados por la crisis. Anglada ha subido. Hasta el punto de lograr que el alcalde nacionalista se plantee la dimisión y de forzar la marcha del líder del PSC de la ciudad, Josep Burgaya, quien admite su fracaso. "Gente bien honorable vota a la PxC. Falta contundencia contra el fascismo".
Pero el gran éxito de Anglada esta vez no ha sido hacerse fuerte en su población natal, sino exportar el modelo de partido xenófobo y populista. En las anteriores elecciones municipales, PxC ya obtuvo buenos resultados en otras localidades del interior de Cataluña como El Vendrell (Tarragona) y Manresa (Barcelona). Ahora lo ha logrado también en la explosiva Salt (Girona) y, en el avance de mayor calado, en varios de los municipios más poblados de la periferia de Barcelona, tradicional granero de votos socialistas.
Con un discurso calcado del Frente Nacional francés, Plataforma ha conseguido lo que nunca lograron Convergència i Unió y el Partido Popular: romper la mayoría absoluta de Ayuntamientos como L'Hospitalet de Llobregat, la segunda ciudad catalana (260.000 habitantes y un 23% de población inmigrante). "Nos hemos comido al PSC, ahora vamos a por CiU", presume Anglada. "Hablamos del problema de la inmigración sin miedo. Es un tema que está en los bares y en las calles. Los otros partidos no lo abordan, de ahí nuestro éxito", dice Daniel Ordóñez, el responsable del PxC en L'Hospitalet. "La inseguridad y la falta de civismo están relacionadas directamente con la inmigración. Cualquiera que pase por L'Hospitalet lo ve. A las ocho de la tarde hay batallas campales en los bares. Navajas, sillas volando... Y a la mañana siguiente ves charcos de sangre", sostiene. Su discurso cuaja y amenaza con extenderse por toda el área metropolitana. PxC ha conseguido tres concejales en Santa Coloma de Gramanet y Sant Boi, uno en Sant Adrià del Besos y Viladecans...
"No se puede vivir tranquilamente. No estás seguro en ningún sitio", repite Gabriel Olea, vecino de 52 años de L'Hospitalet, que ha votado en blanco. Como él, la mayor parte de las personas consultadas al azar en los tres barrios en los que Plataforma ha tenido más éxito (La Florida, Pubilla Cases y Santa Eulàlia), coinciden en que la inmigración y la inseguridad les preocupan. Aunque nadie reconoce haber votado a PxC. Su líder en la ciudad llegó al partido después de formar parte de la organización ultraderechista Alianza por la Unidad Nacional, capitaneada por Ricardo Saénz de Ynestrillas, hijo del militar asesinado por ETA en 1986 y condenado a siete años de cárcel por intento de homicidio y tenencia ilícita de armas. "Tenía 18 años. Todo el mundo evoluciona. A esa edad buscas sentir sensaciones fuertes. Me equivoqué al estar ahí", dice. PxC le admitió sin remilgos.
Plataforma no es un partido al uso, pero lleva camino de serlo. Anglada lo fundó en 2002 y, pese a múltiples escisiones y vodeviles internos ha ido arraigando hasta presentar 110 candidaturas en las municipales, que se han traducido en 67 concejales y 66.000 votos, cinco veces más que en 2007. El año pasado se quedó a las puertas del Parlamento de Cataluña. "Todo llegará", asegura Anglada. Le da la razón el politólogo de la Universidad de Barcelona Xavier Casals: "Plataforma sigue el modelo alemán, donde partidos de este tipo echan raíces en el poder local antes que en el parlamento, pero no hay duda de que se está consolidando". Y seguirá subiendo: "Mientras estos partidos están en la oposición no paran de crecer, más ahora cuando los Ayuntamientos no tienen dinero para hacer políticas sociales". O sea, que la xenofobia ha llegado a los salones de plenos para quedarse.
La alcaldesa de L'Hospitalet, la socialista Núria Marín, asegura que la crisis les ha llevado "a situaciones no deseables", aunque no quiere pronunciarse directamente sobre el ascenso de Plataforma, que asegura que su votante tiene 30 años y vive en barrios obreros. Iolanda Pineda, alcaldesa socialista de Salt, es más concreta y admite que los tres concejales y los votos que ha perdido en estos comicios han ido directamente a PxC. El mismo argumento defiende Lluís Orriols, politólogo de la Universidad de Girona, que encuadra el ascenso de PxC en la lucha por unos recursos que con la crisis se han hecho más escasos. "La crisis les ha ayudado mucho, creando un colectivo de disgustados dentro de los votantes tradicionales de la izquierda", abunda el investigador. El trasvase de votos en Salt ha beneficiado a CiU, que ha sido la lista más votada. Su candidato, Jaume Torramadé, se prepara para ser alcalde.
El partido xenófobo, que se estrenaba estas elecciones en Salt, ha pasado a ser la tercera fuerza, con el 13% de los votos. "Mal", "fatal", "un desastre". Entre el enfado, el hartazgo o el desánimo se sitúan muchos de sus ciudadanos. En esta ciudad la inmigración ha pasado de representar el 10% a ser el 40%. La competencia por los servicios sociales se ha disparado. "Cuando nosotros llegamos hace 30 años nadie nos dio nada, no como ahora a ellos. Vivimos mucho tiempo sin luz ni agua corriente", opina Carmen López, andaluza de 54 años. "Ha venido tanta gente de fuera que ahora no hay colegios para nosotros. Nos mandan al otro lado del pueblo", se queja López, que ha acudido a recoger a su nieta a la guardería.
El pasado mandato no fue fácil para Pineda. El 27 de febrero de 2010, un grupo de ciudadanos irrumpió en el Consistorio para exigir más seguridad en Salt y forzó la suspensión del pleno. Fue la primera piedra del triunfo del discurso antiinmigra-ción, según Pineda. Ese día, lamenta, marcó un hito: "El pudor para mostrarse abiertamente racista ya había desaparecido. Ya no era algo de lo que avergonzarse". La inseguridad aparecía en los discursos como un subproducto de la inmigración. La muerte de un joven magrebí mientras huía de la policía en enero pasado generó disturbios en las calles. Y el precario equilibrio de Salt se tambaleó cuando lo que debía ser un minuto de silencio en memoria de un joven de la localidad asesinado, desembocó en gritos, amenazas e insultos contra la alcaldesa.
Uno de los votantes que ha pasado del PSC a PxC es Antonio Castro, extremeño de 69 años que llegó a Salt cuando era casi un adolescente. "Yo tampoco soy de aquí, pero nosotros vinimos a trabajar, y ellos vienen solo a comer. Los ves en la calle sin dar golpe, con zapatos mejores que los tuyos. ¿Eso cómo puede ser?", se pregunta Castro, a punto de enfilar hacia su huerto para ver cómo van los tomates. El hombre, con dificultades para leer y escribir, decidió votar al partido xenófobo tras recibir una carta con el lema de PxC: "Primero, los de casa". La campaña en Salt ha sido sucia: PxC ha llegado a recoger firmas contra un inexistente proyecto de construcción de una mezquita.
Entre los ciudadanos la preocupación por las prestaciones sociales es una espina que azuza los radicalismos. "Los inmigrantes tienen todas las ayudas, mientras que a nosotros ni siquiera nos dan dinero para las guarderías de nuestros nietos", se queja Cándida Matute, de 65 años, votante tradicional de los socialistas. En las municipales ha votado en blanco.
El politólogo de la Universidad de Barcelona Josep Maria Reniu está convencido de que donde los partidos tradicionales tienen un discurso duro sobre inmigración o tienen al menos unas líneas rojas bien delimitadas no hay espacio para la Plataforma. Pone como ejemplo Badalona y Lleida. En la primera ciudad el PP está a un paso de la alcaldía copiando casi literalmente la estrategia de Anglada. Lleida es otro caso. El socialista Àngel Ros ha incrementado su mayoría absoluta con un mensaje que combina lo social y el discurso de deberes y derechos para los inmigrantes. Ha hecho algo más que enviar a la policía a precintar una mezquita por exceso de aforo. "Detrás de la Guardia Urbana tiene que haber un relato político, y Ros lo ha tenido", dice Reniu.
Si Vic encarna la esencia de la Cataluña Vieja situada al norte de Barcelona, El Vendrell (Tarragona) es un buen ejemplo de ciudad del sur castigada por el paro y los problemas de convivencia, agravados por el trapicheo de drogas en algunos barrios. PxC logró aquí cuatro concejales en 2007. El pasado domingo, tras un mandato sin otro mensaje que el de la antiinmigración, subió a cinco ediles y el 18% de los sufragios. August Armengol, cabeza de lista del PxC, sostiene que el consistorio "no hace cumplir las leyes a los inmigrantes", y pone por ejemplo el uso del burka, los locutorios y la venta ilegal en el top manta.
Plataforma per Catalunya podría ser decisiva para formar gobierno en la ciudad, ya que el PSC obtuvo 7 regidores, CIU 6 y el PP 2. Tanto es así que el alcalcable convergente, Benet Jané, se niega a hacer ninguna valoración sobre el partido xenófobo hasta que no terminen las negociaciones. Cabe destacar que PxC ha ofrecido un cheque en blanco a CIU para pactar. En cambio, el candidato socialista, Martí Carnicer, sostiene que PxC "fomenta la segregación". Para Carnicer hay tres factores que contribuyen al auge de Plataforma: "El miedo y el odio que infundan y la crisis económica". Los simpatizantes de PxC provienen de todas las clases sociales. La número dos de la lista es también vicepresidenta del Casal Familiar del municipio y secretaria de una asociación de sardanas. La propuesta estrella del partido es ofrecer facilidades a los inmigrantes para que se marchen de El Vendrell.
Mensajes sencillos, fáciles de comprender y más de propagar incluso entre votantes de otras formaciones. Y aunque no siempre se ajusten a la realidad. "Los de Plataforma son realistas, se atreven a decir las cosas sin cogérsela con papel de fumar", opina Pilar Rodríguez, de 41 años. Ella, que ha votado a Ciutadans per Catalunya, considera que los partidos en el poder no actúan debidamente. "Están quitando crucifijos de las escuelas, que no hacen daño a nadie, y ponen mezquitas. Al final, te sientes extranjero en tu propio país", sentencia.
Uno de los grandes secretos de Anglada son los fondos económicos que nutren su formación. Para extender su mensaje, el líder del partido se ha movido en busca de financiación porque dedica todo su tiempo a la política y asegura no tener otra fuente de ingresos que los apenas 800 euros al mes que cobra del Ayuntamiento en dietas por asistencia a reuniones. El año pasado logró apoyo del FPÖ austríaco, que lideró el fallecido Jörg Haider. Anglada afirma que ha recibido dinero de allí. ¿Cuánto? No lo quiere decir. "Algunos han hablado de 200.000 o 300.000 euros. No es tanto, y todo dentro de la ley", asegura. Fuentes del FPÖ han confirmado a EL PAÍS que el partido ha ayudado a Plataforma per Catalunya en aspectos "logísticos". Se han pagado viajes y se les ha ayudado en la organización del congreso del partido y de la campaña, explican. Estas fuentes tampoco concretan la cifra
Anglada también pidió ayuda al multimillonario sueco Patrick Brinkmann conocido por sus aportaciones a partidos de ultraderecha en Alemania. Otra vía de financiación es el dinero que le entregan quienes quieren montar una delegación local del partido en su ciudad, explica. Anglada tiene una marca de éxito y la vende como si de una franquicia se tratara, aunque no aclara muy bien como funciona el cambalache. "A veces ellos ponen 2.500 euros y después el partido apoya la campaña local, digamos que con 500 euros". Pero insiste "todo legal", "nada que no hagan otros partidos".
El líder también ha ido perfeccionando su personaje. Amable, con un saludo siempre a punto a quien le mira por la calle, bronceado y bien vestido. Tiene madera de líder. Y habla sobre él en tercera persona. "Anglada quiere, Anglada dice...". Tiene también una cara oculta. Ha sido condenado por agresiones (siempre por atacar a personas que le increpan en la calle por sus posiciones xenófobas) y tiene un pronto déspota con sus colaboradores que conocen bien sus allegados.
El desasosiego se instala en los municipios donde la Plataforma tiene buenos resultados. ¿Qué hacer ahora? En CiU hay voces que opinan que quizás la solución es dejar gobernar a los xenófobos. "Se estrellarán cuando vean que su programa es inaplicable, chocarán contra la ley y su electorado les abandonará". Es lo que ocurrió con muchos alcaldes del Frente Nacional francés en los años noventa. Otros siguen defendiendo el cordón sanitario."Esto no basta", defiende el jefe de estudios de Ciencias Políticas de la Universidad de Barcelona, Josep M. Reniu. "No basta la unión para frenarles, hay que actuar en contra, las muestras de populismo demagógico deben tener una respuesta contundente y con datos". No se ha hecho ni en Vic ni en el Vendrell, las dos primeras ciudades donde arraigó PxC. Y el resultado ha sido el hundimiento de los partidos que han pactado contra los xenófobos. Anglada lo tiene claro. "Que vayan pactando, al final me harán alcalde". -
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