2008/08/14

Ejército e inmigrantes

Laopinion.es
LUIS HERNÁNDEZ
El gobierno italiano, presidido por Berlusconi, justifica la salida a la calle de un importante número de militares para realizar tareas impropias de su función por la eficacia del Estado.El diputado del PP Vicente Martínez Pujalte advirtió hace pocos días al Gobierno del Estado español de que estuviese atento por lo que se avecina. En tiempos difíciles, la delincuencia suele dispararse, y la delincuencia es cuestión de inmigrantes (como se sabe). Por eso (sólo por eso) hay que recordar que el Gobierno de este país ha dejado colar a muchos inmigrantes, luego...Un discurso y el otro (el del actual gobierno italiano y el de la derecha española) son el mismo discurso: transmitir miedo irracional e irrazonable, que es un modo canalla de infundir miedo irracional e irrazonable a los ciudadanos con fines premeditados. La cuestión, pues, no afecta sólo a los inmigrantes, nos afecta a todos, porque los inmigrantes, en este caso son sólo un útil, una prueba del control, de la imposición resolutiva, del autoritarismo con la que la derecha se mueve como tiburón en alta mar. Sabemos qué estado propugna Berlusconi: el estado en el que se confirmen las categorías por sus diferencias. Quien justifica la evasión fiscal, gobierna en un país en el que la empresa más productiva es la mafia y en el que los niveles de corrupción fiscal resultan asombrosos. Más aún, para que su jerarquía tenga asiento menesteroso, Berlusconi y su mayoría absoluta se conceden leyes a la medida. Ahora saca el ejército a la calle.El resto de la Santa Europa calla porque Italia (pese a quien la gobierne) es un país incuestionable e imprescindible para la Europa unida. Un Estado construido con eufemismos saca el ejército a la calle para controlar a la llamada "inmigración ilegal". El ministro del cargo dijo: no miedo, no amenaza, no sospecha por semejante disposición. Ese es un ardite del poder bien conocido y nada sutil, la prueba de que el Estado, por la confirmación del gobierno vil que lo ocupa, se afana con rapidez ante un problema elegido por su evidencia y por los réditos inmediatos que le aporta.No expone estadística alguna el padre benefactor y mandatario resolutivo Berlusconi; tampoco el diputado en crisis Pujalte. No interesa. ¿Qué inmigrantes son los peligrosos?, ¿los que en Italia o en España fintan el sistema del Estado en beneficio de una producción y de unos modos impositivos fraudulentos, o los que son fáciles de exponer por la desigualdad racial y la exclusión comunitaria? Si la repuesta a la segunda pregunta es afirmativa, podemos reducirla con un nombre: racismo. Hay un Estado que se manifiesta así, Italia, por la decisión de su actual gobierno, y hay un partido en España que pone marcas entre las categorías de lo nuestro y lo ajeno. Ambos manifiestan toques de integridad sospechosos.La Justa Europa se resiste a la verdad. Por eso no sólo mira para otra parte; también actúa con normas ambiguas. Y lo hace del mismo modo con que se resistió a la verdad pavorosa que dio con los episodios más sangrantes del moderno Occidente: la segregación racial.Jugamos con los mismos ejemplos que no estamos dispuestos a actualizar para que no se repitan. Cito uno: cuando Colón regresó al Fuerte de Navidad en el segundo viaje, vio a sus hombres muertos y al sitio de defensa, a la fortaleza de conflicto, destruido. Los indios explicaron la causa de su reacción: la molicie, la depravación y la ambición de los que allí quedaron. Colón pronunció un nombre, que es una categoría: "cristianos". Esa es la justificación de esta historia. No hay defensa posible ante los cristianos. Si los no cristianos cruzan la frontera de los "justos", porque los "justos" han anegado sus posiciones, no se permitirá su defensa. El justo decide, aunque para ello haya de echar mano de ejércitos devastadores.Cito un ejemplo que no es caprichoso: Nos dispusimos a subir al autobús luego de bajar del avión. Una señora del norte de Europa gritó en un precario español: "¡mi bolso!, ¡robo!" Éramos varios los que allí nos encontrábamos, pero eligió: un muchacho de rasgos árabes. En semejantes situaciones, esos siempre serán los rasgos del culpable; los otros rasgos no. Racismo que no ampara defensa alguna, porque nunca la defensa se aplica en la desproporción cuando el desproporcionado tiene agarrado el poder por los cuernos y puede usar el ejército para machacar a los que sobran y molestan sin compasión.

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